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miércoles, 7 de marzo de 2018

Oveja perdida, ven



       
        Luis de Góngora y Argote (1561-1627) fue un poeta del Siglo de oro español, a la par de escritores como Lope de Vega, Tirso de Molina, Francisco de Quevedo, Calderón de la Barca y el gran Miguel de Cervantes.

            El Siglo XVI en España fue rico en toda clase de artes, y siendo la fe una parte imprescindible de la sociedad española de aquel entonces, fue una fuente inagotable para la creación artística.

          De ese tiempo nos llega un hermoso poema del ya mencionado, Góngora y Argote que, quienes sigan el repertorio del coro, seguramente reconocerán de inmediato:

Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu pastor soy,
sino tu pasto también.


Por descubrirte mejor
cuando balabas perdida,
dejé en un árbol la vida,
donde me subió el amor;
si prenda quieres mayor,
mis obras hoy te la den.

Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu pastor soy,
sino tu pasto también.


Pasto al fin tuyo hecho,
¿cuál dará mayor asombro,
el traerte yo en el hombro,
o llevarme tú en el pecho?
Prendas son de amor estrecho,
que aún los más ciegos las ven.

Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu pastor soy,
sino tu pasto también.

            Sí, es el texto de “Oveja perdida, ven”, musicalizado por Antonio Alcalde y que cantamos en cada Cuaresma en el Coro Gregoriano Cristo Redentor.

            Hagamos un pequeño ejercicio de exégesis de este hermoso texto:

            El poema está estructurado con un estribillo de arte menor (siete sílabas) en cuarteto con rima (abba) y dos estrofas de arte menor también, en sextilla.

            Todo el poema tiene un tinte Cristocéntrico y Eucarístico. Escrito en primera persona, presenta un monólogo en el que Cristo (El Buen Pastor) habla al alma del cristiano (la oveja).

            Lo primero que se presenta es el estribillo, que es ya de por sí una declaración de intenciones:

Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu pastor soy,
sino tu pasto también.


Cristo se presenta como Buen Pastor, lo cual no es una novedad, esta imagen es antiquísima, pues llegamos a encontrar mosaicos con la figura del Buen Pastor incluso en las catacumbas de los primeros cristianos. Lo que constituye una novedad, y revelación a la vez, es el cuarto verso del estribillo, “sino tu pasto también”, es decir, Góngora nos presenta a Jesús no sólo como el Buen Pastor, sino como el “pasto” de la oveja, con clara referencia a la Comunión.

Pero no sólo eso, no hay que olvidar que Cristo se hace pasto de la oveja perdida (“Oveja perdida, ven”): La Eucaristía es un alimento para quien se reconoce débil y pecador, como dice el Papa Francisco:  “aprendemos que la Eucaristía no sólo es una recompensa para los buenos, sino también la fortaleza para los débiles y pecadores. Es el perdón y el sustento que nos ayuda en nuestro camino”. (Congreso Eucarístico; Mumbai, India; 12 nov. 2015). Esta es la razón por la que desde hace más de veinte años, este canto forma parte de nuestro repertorio de Cuaresma como canto procesional de Comunión.



            Las estrofas ahondan el carácter sacrificial de la Eucaristía:

Por descubrirte mejor
cuando balabas perdida,
dejé en un árbol la vida
donde me subió el amor.

            Al leer estos versos, inmediatamente viene a nuestra mente la liturgia del Viernes Santo: “Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavado Cristo, el Salvador del mundo”, canta el sacerdote en el rito de la adoración de la cruz, durante el cual también se canta: “Oh cruz fiel, árbol único en nobleza; jamás el bosque dio mejor tributo en hoja, en flor y en fruto”. La primera estrofa de este poema nos recuerda que la Eucaristía es fruto del Sacrificio de Cristo y participación de su Misterio Pascual.

            La muerte de Cristo en la cruz, es pues, la máxima prueba de amor de nuestro Salvador, pero también lo es la participación del cristiano en el banquete eucarístico del Señor:

Si prenda quieres mayor,
mis obras hoy te la den.

Es como si el Señor dijera, “Por amor, di la vida por ti en la cruz, ¿quieres mayor prueba de amor?, ahí tienes la Eucaristía por la cual me entrego a ti”

            La segunda estrofa, en un lenguaje lírico exquisito, muestra la maravilla del acto de comulgar del cristiano:

Pasto al fin, hoy tuyo hecho
¿Cuál dará mayor asombro?
¿o el traerte yo en el hombro
O el llevarme tú en el pecho?

            Una vez, ya habiendo comulgado, la imagen se vuelve nítida: el alma del cristiano está en los hombros del Buen Pastor, disfrutando de su amor y su misericordia, pero a la vez, la oveja se ha alimentado del Pastor, convertido en Pasto Eucarístico para ella. ¿Qué será más admirable?, ¿que el Señor nos lleve en sus hombros, o que nosotros (por la Comunión) lo llevemos en el corazón?



            Un texto de gran profundidad teológica y admirable belleza poética, que tenemos el placer y el privilegio de cantar y escuchar durante esta Cuaresma, ¡cuánta belleza y santidad de formas nos perdemos cuando no valoramos estos tesoros escondidos dentro de la litúrgia, utilizando cantos con textos cuasi vacíos, llenos de frases sentimentalistas y autoreferenciales!

            Que el Señor permita que esta Cuaresma nuestro corazón sea fértil en frutos de conversión y caridad para encontrarnos con él en su triunfo pascual.