Nos
referimos al canto del Ave María dentro de la Misa. Existen no pocas personas
entendidas en liturgia que de manera enfática sostienen que, siendo la Misa una
celebración Cristocéntrica, no existe en ella lugar para cantos a Nuestra
Señora, específicamente para el Ave María; lo anterior debido a que, atendiendo a la índole del momento, el canto
de entrada sólo puede hablar de convocatoria, asamblea, Iglesia, camino en
común; el canto de ofertorio únicamente debe tratar de pan, vino, ofrenda,
presentación de dones; y el canto de comunión debe ser exclusivamente
eucarístico, luego, la única opción posible, es cantar algo a María a la
salida, debido a que ese canto es un agregado que no contempla la liturgia.
Y
no es verdad, al menos no absolutamente. La Instrucción General del Misal
Romano (IGMR) establece las pautas para la elección de los cantos del propio de
la Misa, y al hablar de los cantos de entrada, ofertorio, y comunión, remite (antes
incluso que atender a la índole del momento litúrgico) al Graduale Romanum como
primera opción y al Graduale Simplex en segunda opción: “Se
puede emplear, o bien la antífona con su salmo como se encuentra en el Graduale Romanum o en el Graduale simplex” (IGMR 48). Ambos
son el compendio de los cantos gregorianos que la Iglesia propone para todas
las Misas del año; el primero, como opción para coros con mayores capacidades
musicales e interpretativas, y el Graduale Simplex, como su nombre lo indica,
con versiones más sencillas de los cantos para coros y comunidades más
modestas.
Cabe aclarar que estamos hablando de la versión gregoriana del Ave María, si queremos introducir una versión diferente, habría que revisar tanto el texto como la melodía de dicha versión musicalizada, para verificar que sea apta para utilizarse en la litúrgia (vamos, no vayamos a utilizar cualquier canto sólo porque dice "Ave María").
De igual forma, el canto del Magníficat para el momento de la Comunión es apropiado en las festividades de Nuestra Señora, considerando que, al celebrar a los santos, en definitiva celebramos la santidad de Dios reflejada en ellos, a su vez, atendiendo que el Magníficat no es un canto de alabanza a María, sino un canto de alabanza a Dios, podemos concluir que, con su canto, pedimos a Nuestra Madre sus palabras para bendecir a nuestro Señor.