29 de septiembre, fiesta de los santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. De todos los ángeles del cielo, son siete los arcángeles que tienen entrada a la Gloria de Dios y sólo conocemos de manera particular a tres de ellos por su nombre: Miguel, el príncipe de la milicia celestial; Gabriel, a quien le cupo el honor de llevar el mensaje de la Encarnación del Verbo a Nuestra Señora y Rafael, a quien se dedica un libro entero de la Biblia, en el cual tiene la misión de ser compañero de viaje de los hombres… luego veremos más detalles al respecto.
Fuera de la actual “moda” impuesta por la pseudo espiritualidad de la New Age, en la que se acostumbra honrar a los ángeles, rezando a ellos y venerándolos, pero más que hacerlo como lo que son: santos mensajeros de Dios, encargados de ejecutar sus órdenes. Se toman absurdamente como energías espirituales, que nos ayudan a ascender en el plano de la conciencia, al margen de Dios, o si acaso, considerando a Dios también como una energía cósmica que ordena y mantiene el universo… al punto de que incluso se mencionan innumerables nombres, (sacados de la manga, claro) que nada tienen que ver con la Revelación cristiana, y mucho tienen que ver con religiones esotéricas y espiritualoides… aunque los nombres de los otros 4 arcángeles suelen basarse en libros apócrifos judíos, no forman parte, como he dicho, de la Divina Revelación.
Cuidándonos de esa falsa idea, los católicos podemos caer en el error (y algunos lo hemos hecho) de irnos al otro extremo: de minimizar su participación en la historia de la salvación y mantener al margen a estos amigos del cielo y de olvidar la doctrina católica, según la cual los ángeles son fieles cooperadores de la Providencia de Dios y que en específico, estos tres ángeles príncipes (eso significa la palabra “arcángel”) merecen un lugar relevante dentro de nuestra historia de salvación y por tanto de la devoción del pueblo de Dios.
De tal manera que la devoción a estos tres arcángeles no sólo no es contraria a la doctrina Católica, sino que es recomendada por la iglesia en la voz de varios Papas y santos.
“¿Quién como Dios?”, es el significado del nombre de San Miguel. Según la Tradición, (basada en los escritos del Apocalipsis, Jeremías, e Isaías) cuando Luzbel, uno de los más encumbrados y bellos ángeles creados por Dios, se rebela contra él y exclama “¡non serviam!” (no serviré) debido a que se consideraba demasiado alto y perfecto para tener como Rey a un hombre (el Verbo encarnado, Jesús) y por Reina a una criatura, por más perfecta que fuera (María), ya que al ser humana, era de naturaleza menor a la angelica. La soberbia de Luzbel llegó al punto de pretender ser igual al Altísimo. Al grito de rebeldía de Luzbel se sumaron muchos ángeles, que según el Apocalipsis fue una tercera parte de la corte celestial (Ap. 12, 4). En ese momento, otro gran Arcángel de igual belleza y majestad que Luzbel se postró ante el trono de Dios y en un acto de adoración profunda exclamó en contra de Luzbel: “¡Quién como Dios!”, ese es nuestro amado Miguel. Se entabló entonces una gran batalla en el cielo, en la cual lucharon Miguel y sus ángeles, venciendo y arrojando al infierno a Lucifer y sus demonios (Ap. 12,7-10).
“Fuerza de Dios” es el significado del nombre de San Gabriel, aparece por primera vez en la Biblia explicando el sentido de una visión al profeta Daniel (Dan 8, 15-27; 9,20-27) en la cual le profetiza el tiempo en el que llegará el Mesías (Setenta semanas de años), él es el encargado de llevar el mensaje del nacimiento milagroso de Juan Bautista a su padre Zacarías, ante la incredulidad de éste por el anuncio, Gabriel responde: “Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios”, a él se le asigna la misión más alta que se le ha encargado a ángel alguno: llevarle a nuestra Madre María, el anuncio de la Encarnación del Verbo en su vientre purísimo, y llevar a Dios el “fiat” (hágase) por parte de María.
“Medicina de Dios”, es el significado del nombre de San Rafael, (por cierto, mi santo patrono), el libro de Tobías relata como Rafael es enviado por Dios para acompañar en un largo y peligroso viaje al joven Tobías (sin revelar su identidad), para cobrar una deuda, además de liberar a una doncella, Sara, de las garras del demonio Asmodeo (“El que hace perecer”) y de esta manera darla en matrimonio a Tobías, y por si esto fuera poco, para sanar de su ceguera a Tobit, el padre de Tobías. Por tales razones se le venera como compañero de peregrinos, custodio del amor matrimonial y médico de cuerpos y almas. Al final del libro, se revela con las siguientes palabras: “Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor”.
Por su victoria sobre Lucifer y sus demonios, a San Miguel Arcángel se le invoca como protector de la Iglesia, y como defensa contra Satanás. En Octubre 13, 1884, el Papa León XIII, experimento una visión horrible. Después de celebrar la Eucaristía, estaba consultando sobre ciertos temas con sus cardenales en la capilla privada del Vaticano, cuando de pronto se detuvo al pie del altar y quedo sumido en una realidad que solo él veía. Su rostro tenía expresión de horror y de impacto. Se fue palideciendo. De repente, se incorporó, levantó su mano como saludando y se fue a su estudio privado. Lo siguieron y le preguntaron: ¿Qué le sucede su Santidad? ¿Se siente mal?
El respondió: "¡Oh, qué imágenes tan terribles se me han permitido ver y escuchar!", y se encerró en su oficina.
¿Qué vio León XIII? "Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que él podía destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás pidió permiso a Dios de tener 100 años para poder influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo." Vio también a San Miguel Arcángel aparecer y lanzar a Satanás con sus legiones en el abismo del infierno.
Después de media hora, llamo al Secretario para la Congregación de Ritos. Le entregó una hoja de papel y le ordeno que la enviara a todos los obispos del mundo, indicando que bajo mandato tenía que ser recitada después de cada misa, la oración que ahí él había escrito:
“San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
contra la perversidad y asechanzas
del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén."
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
contra la perversidad y asechanzas
del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén."
Posteriormente, con la reforma litúrgica del Vaticano II esta oración fue eliminada de la liturgia, aunque el pueblo católico la ha conservado y rezado desde entonces de manera personal.
La palabra ángel significa “mensajero” y la importancia de un mensajero depende de la importancia del mensaje que comunica, si ese es el caso, muy alto debe ser el puesto entre los ángeles del Arcángel San Gabriel, pues fue quien llevó el mensaje de la Encarnación a la Madre del Verbo, y llevó su respuesta a Dios, es por eso que se le invoca como patrono de las comunicaciones, los embajadores y diplomáticos. De hecho tal vez sin pensarlo, hemos rezado la siguiente oración, que hace clara alusión al Arcángel San Gabriel y que forma parte de la oración del Angelus:
“Te suplicamos, Señor,
que derrames en nosotros tu Gracia
para que los que hemos conocido por el anuncio de tu ángel
la Encarnación de tu Hijo
lleguemos por su pasión y su cruz
a la Gloria de la Resurrección
por el mismo Jesucristo nuestro Señor.
La devoción a los Santos Arcángeles fue muy recomendada por San Josemaría Escrivá de Balaguer, quien era así mismo un gran devoto de ellos, respecto al Arcángel San Rafael solía decir que todos los padres de familia deberían encomendar a sus hijos a San Rafael, pues él acompañó a Tobías, el hijo de Tobit y lo regresó sano, salvo, con esposa y una gran hacienda a casa de sus padres. Desde que escuché esta recomendación de San Josemaría he sido un gran devoto de mi santo patrono, pues es bien sabido que en Cd. Juárez, ante los secuestros, extorsiones, robos y violencia, los padres estamos con el alma en un hilo cada vez que estamos lejos de nuestros hijos. Es por eso que en mi devoción personal, he compuesto esta oración a San Rafael Arcángel, que pongo a disposición de quien quisiera usarla de manera personal:
“San Rafael Arcángel,
tú que acompañaste a Tobías en su largo y peligroso viaje;
toma a mis hijos de la mano,
protégelos en su viaje por esta vida a la patria celestial,
que ningún mal los alcance,
que nunca se aparten del camino de Dios,
que sean buenos niños, excelentes jóvenes y hombres santos
que prefieran morir antes que pecar,
que sean el consuelo de su madre y el orgullo de su padre,
que practiquen el bien y no tropezarán con el mal
para que al final de su camino
puedan gozar contigo de la Gloria de Dios, tres veces santo
y alabarlo en tu compañía y en la compañía de todos los ángeles del cielo,
por los siglos de los siglos.
Amén.”
Como ven, lejos de ser una devoción pasada de moda, o de la lamentable deformación de las supuestas religiones y “ciencias” metafísicas, la devoción a los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, es una arma poderosa para el cristiano de estos tiempos difíciles, usémosla.
Dedicado a mi hijo: Angel Rafael.