Domingo 24 de septiembre de 2017 por la mañana. En algún lugar del librero debería estar. Buscaba repasando el lomo de cada libro, fue fácil encontrarlo, pues era el único libro con el lomo deshecho por el tiempo, un viejo Misal del ´62, tiempo en el que aún se celebraba en latín y de “espaldas al pueblo” (luego volveremos con esa expresión, que por el momento es válida para hacernos entender). Lo había rescatado entre varios libros que había dejado mi suegra en su antigua casa al mudarse a Estados Unidos, sería inútil ya, pero era un Misal, y por respeto a la Palabra de Dios y como recuerdo romántico de tiempos ya idos, sería bonito conservarlo, al menos como curiosidad histórica.
Pero esta vez, no era mi intención enseñarlo a mis hijos (a pesar de que ellos han tenido fuerte curiosidad por la tradición católica preconciliar, ¡vaya caso!), sino porque ese día haría lo que nunca me imaginé que podría hacer algún día de mi vida: asistir por primera vez a una Misa preconciliar acompañado de mi esposa y mis hijos, pero, ¿cómo llegamos a esto?, ¿me hice Lefevrista?... Nada de eso, pero para explicarlo, necesitamos irnos un poco atrás en el tiempo.
El día 7 de julio del 2007, el entonces Papa, Benedicto XVI publicaba la carta apostólica en forma Motu Proprio “Summorum Pontificum”, con la cual permitía la celebración de la Misa utilizando el Rito del Misal editado por el Papa San Juan XXIII, Misa que ya San Juan Pablo II había autorizado desde 1984 y recomendado en 1988 previa autorización del Obispo de cada lugar. Si ya la había autorizado San Juan Pablo II ¿para qué volverla autorizar ahora? Es que ahora ya podría celebrarse libremente de manera privada por los sacerdotes sin la necesidad de solicitar permiso expreso al Obispo. Igualmente, a esta celebración podrían ser admitidos también aquellos fieles que lo pidieran voluntariamente.
Es decir, que de manera libre, la Misa podría, desde esa fecha (7 de julio del 2007) celebrarse con el Misal de San Juan XXIII (1962): en latín, ad Orientem y con los ritos y oraciones anteriores a la renovación litúrgica del Concilio Vaticano II, Misa conocida comúnmente como Misa Tridentina, Misa de San Pío V o simplemente Misa Tradicional y que ahora conocemos como el modo extraordinario del rito latino, como complemento al modo ordinario del rito latino, que es la Misa tal y como la conocemos y se celebra comúnmente. Ahora sí, un comentario respecto a la expresión “de espaldas al pueblo”:
Es increíble cómo las palabras modifican nuestra forma de ver las cosas: siempre se nos dijo que antes se celebraba de espaldas al pueblo, tal vez en el afán de encomiar los logros de la liturgia renovada en la que se introdujo plenamente al pueblo en la celebración en la que antes parecía totalmente ajeno; pero nunca se nos dijo (y hasta ahora es que muchos lo descubrimos) que era porque se celebraba de cara a Dios, el sacerdote en nombre de los fieles ofrecía el Sacrificio, como el general que estando a la cabeza, mira en la misma dirección que su ejército; cómo estaremos celebrando la Pascua eterna: de cara a Dios. Esta forma de celebrar, conocida como “ad Orientem” es decir al oriente, donde nace el Sol de justicia y desde donde esperamos que algún día regrese nuestro Señor, expresa de manera singular el carácter sacrificial de la Misa y el papel sagrado del sacerdote que ofrece en nombre de todos este Sacrificio a Dios Padre.
Conocido es que durante la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II hubo un grupo de sacerdotes y fieles que no aceptaron los cambios y continuaron celebrando la liturgia como lo había celebrado la Iglesia hasta ese momento, creando la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX) con el Arzobispo Marcel Lefevre a la cabeza (conocidos comúnmente como “Lefevristas”) lo cual ocasionó finalmente un cisma en pleno siglo XX. Actualmente, con la declaración de vigencia del modo extraordinario del rito latino, ha habido acercamientos de Roma y de la FSSPX para lograr la reincersión plena de la Fraternidad en la comunión de la Iglesia sin llegar todavía a un estatus canónico claro.
Por otro lado, en 1988 SS San Juan Pablo II dio reconocimiento como Sociedad de Vida Apostólica a la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro (FSSP) que forma sacerdotes en el cuadro de la liturgia tradicional del rito Romano, y que pueden celebrar la Misa Tradicional en plena comunión con la Iglesia Católica Romana.
En mi diócesis (Cd. Juárez) no hay ninguna parroquia que celebre la Misa con el rito extraordinario, ni tampoco existen sacerdotes de la FSSP, motivo por el cual veía muy lejano el día en el que pudiera acudir a una Misa Tridentina. Hasta esta semana…
Casualmente me enteré que en la diócesis de El Paso Texas sí había una parroquia en la que se celebra Misa Tradicional por parte de sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro. Lo descubrí el viernes y el sábado ya estábamos haciendo planes para asistir el día siguiente en dicha parroquia. Ángel, el mayor y Fernando, el segundo, se entusiasmaron con la idea. Dos chicos de 18 y 16 años que todavía hace dos años me regateaban la asistencia a la Vigilia Pascual porque era una Misa de más de 2 horas, ahora nos impulsaban a mi esposa y a mí a asistir a una Misa dominical que duraría esas mismas dos horas. Tal es el grado de atracción que la liturgia tradicional provoca entre ciertos jóvenes. Doy gracias a Dios por ello. Su madre también había descubierto, sin sospecharlo yo, la misa Tridentina mediante algunos videos explicativos y también estaba muy interesada en participar. El menor, Andrés, de 13 años, era el menos entusiasta en la idea, porque no le iba a entender a una Misa en latín, además, la homilía, que era lo único que tendríamos en lengua vernácula, sería en inglés, por ser una parroquia de Estados Unidos. Aun así, asistiría con nosotros, no tenía opción.
Y ahí estaba yo, con ese viejo Misal en las manos, sería el único mapa que nos guiaría por una celebración que nunca habíamos vivido y en la que seguro nos perderíamos sin su ayuda y tal vez incluso aún con su ayuda. (Continuará...)
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