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martes, 26 de julio de 2011

¿Por qué mueren los amigos?

                 El día de hoy, una gran amiga, me escribió: una compañera de ella en la universidad tuvo un accidente y sufrió un derrame cerebral que al cabo de unos días finalmente terminó con su vida, apenas en plena juventud.

                 He querido subir como una "flecha de la Inmaculada" la carta que le envié, porque estoy seguro que muchas personas estan en una situación similar, o se cuesitionan el por qué Dios permite el sufrimiento en esta vida.     

                Siempre será triste la partida de un amigo, y más si es joven. La realidad de la muerte es lo único que tenemos seguro en esta vida, sin embargo, siempre pensamos que llegará cuando seremos viejos, llenos de nietos y cuando hayamos colmado nuestros días.

                La vuelta al Padre de alguien joven, choca contra nuestra idea original de lo que es la vida: “¿cómo puede ser posible que muera un joven lleno de futuro, con toda la esperanza de vivir a cuestas, si sus ojos brillaban con la luz del entusiasmo y la ilusión de lo que había de venir?” y sin embargo hay ocasiones en las que Dios decide llamarlo para estar con él.

                De inicio no lo entendemos y volteamos al cielo en busca de respuestas, queriendo encontrar el por qué de esa partida... y las respuestas, no están... al menos aquí en esta vida no están, fuimos hechos para vivir y la muerte nos angustia, pero solamente del otro lado de la cortina podremos ver realmente las cosas tal y como son.

                Me gusta pensar que ahora vemos el bordado que va haciendo Dios de nuestra vida, pero lo vemos por el lado de atrás, sólo vemos los nudos y a veces alcanzamos a ver algunas figuras desdibujadas aunque casi siempre vemos mezclas de colores sin forma, pero cuando nos toque partir y estar con el Señor en su reino, podremos ver el bordado de nuestra vida y de toda la historia del mundo, ahora sí por el lado derecho, por el lado que lo ve Dios, y podremos observar entonces toda su belleza: los dibujos, los colores y los paisajes que, mientras estábamos en la tierra, no les encontrábamos ningún sentido: “¿por qué la muerte?, ¿por qué la enfermedad?, ¿por qué el sufrimiento?” entonces lo entenderemos todo y todo tendrá sentido, por ahora sólo nos toca confiar en que nuestro Padre sabe lo que es mejor para nosotros y permite que sucedan estas cosas, aunque ahora nos llenen de dolor. Alaba y da gracias a Dios por su voluntad, aunque no la entiendas ahora.
                 

                Dios nos dijo, “estén alertas, porque no saben a qué hora vendrá el Hijo del Hombre” ni tú ni yo tenemos la vida segura, al contrario, la experiencia de que un amigo muera, nos muestra con toda su crudeza lo frágil que resulta nuestra existencia, como dice el salmo: “nuestra vida es tan breve como un sueño, semejante a la hierba que despunta y florece en la mañana y por la tarde se marchita y se seca”. Por esa razón no debemos apegarnos a esta vida, porque nuestra verdadera vida es otra, y debemos, no sólo estar preparados, sino además, desearla con toda el alma, porque nuestra casa está allá, no aquí. Vivamos como quien está sólo de paso, sin entretenernos en las cosas que vamos encontrando en el camino.

                Tu amiga está esperando tus oraciones, las necesita para que Dios perdone lo que pudo haber hecho en esta vida y que quedara por pagar, tu muestra más grande de amor y de amistad a ella, deberá ser rezar por su descanso, y cada misa, cuando el Señor se ofrezca en sacrificio al Padre por nuestra salvación, pon su alma en su corazón traspasado de amor, y pídele que la tenga para siempre con él, gozando de su presencia, para que un día, tú y ella, puedan reunirse otra vez, pero ahora para siempre, en la casa eterna de nuestro Padre.

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