Ayer que reflexionábamos respecto a la necesidad y la urgencia de una formación adecuada para el grupo de cantores, llegó a mi mente el siguiente cuestionamiento: “¿por qué es únicamente el coro quien necesita formación litúrgica, bíblica, espiritual y doctrinal?” Es verdad que el grupo de cantores es quien dirige el canto en la asamblea litúrgica, pero, su función NO ES CANTAR PARA SER ESCUCHADOS, sino cantar para SOSTENER EL CANTO DE LA ASAMBLEA.
“Cantar es propio del que ama”, decía San Agustín (Sermón 336) todo ser humano que se ha enamorado siente la necesidad de expresarlo de la manera más hermosa que conoce: El canto; y siendo pues el amor a Dios el primer y más grande mandamiento, cantar a Dios “sobre todas las cosas” debería ser la consecuencia natural y sencilla del amor que todo cristiano siente en su corazón.
Por tal motivo, no sólo para los cantores son las palabras de este blog, sino para todo cristiano, todo enamorado de Cristo debe ser diestro en la escuela del canto, para gozar más plenamente de nuestra fe, contagiarla a los demás y edificar con ese canto la comunidad de creyentes.
Éste, hermano cantor, es uno de los primeros errores de nuestro ministerio: creer que el canto es exclusivo del coro, robándole a la asamblea su derecho y deber de alabar a nuestro Dios. Preocupados más por el aspecto musical de nuestro servicio, estamos en permanente búsqueda de nuevos cantos para ampliar nuestro repertorio, buscando nuevos instrumentos para agregar en el ensamble musical, componiendo nuevos acompañamientos, rebuscados arreglos y hermosas armonías a dos, tres, cuatro o más voces, que terminamos haciendo de la misa de nuestra comunidad un concierto en el que nos preocupa más la interpretación de nuestro coro, que la participación de la asamblea… y la asamblea se queda muda… ¿qué más puede hacer si nunca ha oído el canto de entrada, ni se lo han enseñado? porque el coro, en su afán por estrenar nuevos cantos, saca un nuevo canto cada domingo.
El canto litúrgico pertenece a la asamblea, no al coro, el coro únicamente sostiene el canto del pueblo de Dios, el músico o cantor, que no entiende este principio, debería dedicarse a otra cosa, pues nuestra Iglesia no es un escenario para “artistas ávidos de público”.
Pregúntate qué tanto canta la asamblea a la que sirves y tendrás un buen termómetro de tu eficacia como cantor.
De tal manera que somos todos: tanto coro, como asamblea reunida; quienes debemos aprender el arte del canto litúrgico; unos, porque no damos espacio a la participación de la asamblea y otros, porque acostumbrados a que el coro sea el único que canta, hemos dejado de cantar… ambos necesitamos redescubrir el canto litúrgico.
Cualquier comentario o duda respecto a este o a otros temas relacionados a nuestra fe, comunícate conmigo a la dirección de correo Rafael.sosa@ruba.com.mx
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